Felicidades

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Podría ser un refrán: las fiestas, con Bach son más. En Semana Santa me gusta poner bien alto La Pasión según San Mateo. En estos días pongo el Oratorio de Navidad. Que en una prevalezca el dolor y en el otro la esperanza es casi secundario: en ambos casos hay una celebración y una aceptación serena del gran arco de las experiencias de la vida, en el que nunca acabará por faltar ni el sufrimiento ni la alegría.

Como casi siempre estamos atareados y dispersos a lo largo de todo el año es un regalo que podamos encontrarnos juntos y tranquilos en sus últimos días. Elena vino de Trieste, donde aprende italiano y termina su carrera de traductora. Arturo de Lisboa y Granada, ocupado con su música, sus traducciones, su desasosiego de ganarse la vida en estos tiempos inclementes. Miguel y su novia Patricia han puesto juntos una empresa de ilustraciones y diseños de objetos y telas que se llama, algo estrambóticamente, Chichinabo Inc. , y hoy interrumpen su laboriosidad compartida y continua para cenar con nosotros. Antonio se ha quitado desde anoche el traje y la corbata de abogado y empieza a recuperarse de sus jornadas laborales de catorce horas.

En la calle ya se ha establecido el silencio peculiar de la noche, ni siquiera interrumpido por ahora por los tontos de los petardos Es un paréntesis de silencio en el interior del otro paréntesis más ancho del día de fiesta. Es el mejor momento para decir “Felicidades”: en plural, porque hay una felicidad distinta para cada uno, y porque uno mismo suele disfrutar con más precisión diversas felicidades menores que una gran Felicidad con mayúscula. Felicidades para quien celebre la fiesta por la iglesia, y para quien lo haga por lo civil, para quien disfrute de la cercanía y quien haya preferido o aceptado la distancia.

Y hasta quien considera que no hay nada que celebrar tendrá al menos un motivo indiscutible: si no fuera por la Navidad no existiría este Oratorio de Bach.